Los primeros dibujos conocidos se remontan a la prehistoria; las pinturas rupestres de la cueva de Altamira
son unos de los ejemplos más antiguos, donde el ser humano plasmó en
los techos y paredes de las cavernas, normalmente actividades relacionadas con su forma
de vida y su entorno.
Con respecto a los materiales, se han hallado en ostraca y pinturas murales inacabadas.
En la Edad Media se utilizó el dibujo, para representar sobre pergaminos
temas religiosos a modo de explicación o alegoría de las historias
escritas, privando así lo simbólico sobre lo realista, incluso las
proporciones y cánones de la época. La cultura islámica también
contribuyó con dibujos que solían acompañar textos de anatomía, astronomía o astrología.
En el Renacimiento el dibujo eclosiona, alcanzando grandes logros. Se estudia el método de reflejar la realidad con la mayor realidad posible, con arreglo a normas matemáticas y geométricas impecables. El dibujo, de la mano de los grandes artistas renacentistas cobra autonomía, ganando valor propio en autorretratos, planos arquitectónicos y variados temas realista (Leonardo da Vinci), además servir como estudio previo imprescindible de otras artes, como la pintura, escultura o arquitectura.
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